De Londres a Aravaca: la impronta de Chesterton y la literatura en el club de lectura de la parroquia san Josemaría
Es tercer jueves de mes, y los integrantes del Club de Lectura Gilbert & Frances Literary Shelter, de la parroquia san Josemaría de Aravaca, tienen una nueva cita con la literatura. Quedamos con uno de sus promotores, el propio párroco, Javier Láinez, poco antes. «Este febrero cumplimos cinco años», nos informa, nada más sentarnos en su despacho de la parroquia, aún barracón aunque ya se ha puesto la primera piedra del nuevo templo.
Efectivamente, el 13 de febrero de 2020, cuando el mundo entero estaba abocado, aún sin saberlo, a una de las peores crisis de su historia, en la parroquia San Josemaría, de Aravaca, nacía el club bajo la impronta de Gilbert Keith Chesterton (Londres, 29 de mayo de 1874 – Beaconsfield 14 de junio de 1936), escritor, filósofo y periodista. Bautizado en la Iglesia anglicana, pasó en su infancia y juventud del ateísmo al agnosticismo, después a la práctica religiosa en el anglicanismo —por el testimonio de su esposa, Frances Blogg—, y de ahí a su conversión al catolicismo. Chesterton influyó también en otras conversiones —incluida la de Frances, cuatro años después que él—, como la de C.S.Lewis, gracias a su libro El hombre eterno.
«Como éramos chestertonianos, el club no pudo sino nacer en un bar», se sonríe el sacerdote. Y, de hecho, en un bar es donde se han reunido siempre. Esta última ocasión, la del 24 de octubre, lo van a hacer en Pipa & Co por primera vez, a un minuto andando de la parroquia.
Junto al sacerdote, había en aquellos inicios fundacionales otras tres personas, «vecinos y feligreses», cuyos vínculos se habían ido fraguando a partir de su interés por «leer libros que ayuden, desde la literatura de verdad, a llegar a la fe». Da la casualidad de que, con los años, cada uno está, por obligaciones profesionales, en un punto de Europa: Carlos, en Sevilla; Alberto, en París —aunque esta última reunión pudo hacerla presencial al haber viajado unos días en Madrid— y Lola, en Londres. Ellos se conectan online. «Lo mejor de este club es que nos lo pasamos bomba», resume Láinez.
Rápidamente, Gilbert & Francis Literary Shelter empezó a ser un éxito. Cerca de 50 personas lo forman en la actualidad, aunque no todas pueden acudir siempre a las reuniones. ¿Para quién está indicado el club? «Para todo aquel que oía a sus padres “¡apaga la luz!” por las noches y se metía debajo de la sábana con una linterna para seguir leyendo». También conviene que haya leído algo de Chesterton, al menos su Autobiografía.
Había dos ideas claras en los comienzos del Gilbert & Frances: llegar a la fe a través de la literatura y transmitir la pasión por la lectura a los hijos. Especialmente, «la riqueza que supone leer en papel», en un mundo cada vez más dominado por las pantallas. «Hay verdadera necesidad de leer; la gente que tiene un poco de sensibilidad cristiana o cultural ve que tiene que salvar a sus hijos de las pantallas».
Gran debate
A las 20:00 horas comienzan a llegar los integrantes del club al Pipa. Hay una mesa grande reservada para ellos, en una zona sin algarabía, lo cual es vital para poder compartir y escucharse. Los presentes han hecho los deberes, porque todos se han leído el libro propuesto para este mes, Expiación, de Ian McEwan. Un hombre que no es cristiano pero que, nos había comentado Láinez, toca en la novela temas muy humanos. Este es precisamente el criterio para la elección de los libros, que traten dramas humanos «y cómo los protagonistas los resuelven». Y aclara el sacerdote, gran lector y también escritor: «Nunca propongo un libro que no he leído».
Después de los saludos y de organizar el próximo número de la revista que edita el club, empieza el gran debate, casi el más intenso en la historia del club, reconocerán luego los integrantes, si se exceptúa el que suscitó El último encuentro, de Sándor Márai. Cada integrante va calificando la obra en base a tres criterios: el valor narrativo, es decir, la historia que cuenta; la calidad literaria, cómo lo cuenta, y los valores espirituales, de fe y humanos que transmite o no.
Los hay apasionados (sobre todo las mujeres), más serenos otros (sobre todo los hombres) y, en general, profundamente analíticos. «Me ha caído fatal Briony» [la protagonista]. Comienzan las críticas y a partir de aquí, durante cerca de dos horas y media, se irán sucediendo las opiniones y valoraciones de los personajes y sus muchos matices, las tramas, lo atractivo o no de la narración.. Una novela muy descriptiva en algunos puntos que a algunos había fascinado y a otros había aburrido hasta el punto de saltarse líneas y páginas. Sí, también los grandes lectores lo hacen de vez en cuando.
Muchas son las lecturas que cada integrante del club ha hecho acerca de los dramas que plantea la novela, de lo que sucedió, de las intenciones de cada personaje, de pasajes concretos de la obra con interpretaciones propias de cada lector… Máxima libertad de opinión sin juicios ni prejuicios, ni ante la obra presentada, ni ante cada compañero. Mucho respeto mientras se debate en un tono alegre y distendido, y cada vez que uno puntúa, tras su intervención, la obra. Desde el 4,5 hasta el 10 (sobre 10). Y se van sacando conclusiones —«algo que está mal hecho, el tiempo no lo cura»—; alguna de ellas, con ecos en la actualidad: «Una acusación falsa destruye vidas inocentes; a su vez es una novela profundamente antibelicista».
Hay quienes piensan que el título contradice la propia historia narrada, ya que «no hay expiación ninguna». También es cierto, apunta el párroco, que «no hay nada trascendente en la novela; para los personajes, «nada de lo que les ha pasado tiene arreglo».
Revista mensual
Cada mes, el club edita una revista online en la se incluye una crónica del último encuentro que hace alguno de los integrantes, una sección para niños que se llama Mini Shleter, menciones a otros libros que han ido saliendo durante la reunión, un ¿Qué pensaría Chesterton de…?, sobre alguno de los temas tratados en la reunión, y la información de la próxima novela propuesta.
Durante estos años, ha habido lecturas muy exitosas y algunas que han sido «fracasos absolutos». Entre el pirmer grupo se encuentran Aguas primaverales, de Ivan Turguéniev; Un caballero en Moscú, de Amor Towles; Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith, o El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín. Entre los segundos, El Quijote —mayor aceptación tuvo una «segunda vuelta» con la versión de Andrés Trapiello—, y El señor de las moscas, de William Golding. Y luego, algunos con «desigual suerte», como La compañía del Anillo, de J.R.R. Tolkien, primer volumen de El Señor de los Anillos.
Para el mes de noviembre, Láinez ha elegido un «dramón de unos personajes buenos no, extraordinariamente buenos, en medio de un huracán», en sentido metafórico. Se trata de La última del cadalso, de Gertrud von Le Fort, que cuenta la historia de unas carmelitas condenadas a la guillotina durante la Revolución Francesa. En esta ocasión, Láinez introduce una novedad: la posibilidad de leer la adaptación de esta obra al teatro, en la versión de Georges Bernanos, titulada Diálogos de carmelitas.
También se habla de su adaptación al cine, aunque el «tener la cabeza hecha a las películas», nos había comentado el párroco al comienzo, hace que se pierda «la riqueza de la colaboración con un autor en la escritura, porque los paisajes, las caras, la voz, las pones tú; el lector colabora para entrar en el juego».
Será la primera vez que el club de lectura se adentre en el teatro. Quién sabe si en algún momento harán teatro leído, desliza Láinez como colofón del encuentro.